Humor tonto

Las estrellas ambientan un decorado moderno en el que tres comediantes jóvenes y sosos, disfrazados de augusto, clown y princesa, ejercen de maestros de ceremonia, en un híbrido supuestamente gracioso que se cubre las espaldas con su propio título. Podría incurrir en la grosería escatológica si practicara esa virtud tan poco civiliza da de lasinceridad.

«Pero ¿esto, que es?», tal vez no sea nada o la insoportable chapuza de variedades de hace veinte años, retocada con maquillaje posmoderno.

Resultan evidentes las consignas exigiendo un tono ligero, distribución equitativa de estilos musicales con la intencion de mantener a la familia unida, pero, ante todo, una ingente cantidad de espacios de humor, muchas risas, gente autoconvencida, gracias a los elogios de familiares y amiguetes, de que su ingenio debe ser disfrutado por el agradecido público.

El último viernes, quedé saturado de tanto chiste infame, gags, facilones, caricaturas de actualidad y demás exhibiciones de agilidad mental.

Después de sufrir a un dúo argentino empeñado en reclamar la complicidad de los mirones con su inexistente ironía, seguir en el limbo respecto al magnetismo cómico de esas chicas con peluca - las Virtudes, o algo así - que narran historias de la vida cotidiana con sutil feminismo y sentido del absurdo (eso, al menos comentan sus admiradoras y sus agentes de prensa), oir con estupefacción el cuestionario más bien tonto de esa computadora tan repipi, enterarme de los peligros que acechan en las cercanías de los Escorpiones, y soportar a ese insoportable equipo televisivo que interpreta la parodia de entrevistar a un famoso, fuí salvado de tanta alegría mortuoria, gracias a la intervencion de «Cruz y raya», una inmadura y prometedora pareja cómica, buenos imitadores, con facilidad para arrancarte ese gesto tan deseable y liberador llamado carcajada.

Sería deseable que los humoristas auténticamente grandes, intermitentemente geniales, poseedores de técnica, improvisación y corazón, los que no necesitan el mimetismo ni la zafiedad, gente como «Martes y trece» o Gila, tuvieran una plataforma directiva en television para todos los espacios que pretendieran voluntariamente (los involuntarios abundan) nuestra risa.