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La ira de la ultraderecha

La «orgullosa y sin razón altiva» condición de Cuenca, que ya definiera su poeta joseantoniano Federico Muelas, puede ser interpretada como la causa que mantiene aún a esta exquisita ciudad en los laureles de un pasado glorioso con sus calles y plazas aún sembradas de nombres y monumentos del desterrado santoral franquista. Ahora, a 15 años de la muerte del que por tan funestos derroteros condujo España y a 10 de la democracia, el callejero de Cuenca sigue manteniendo los nombres de los ideólogos, políticos y generales que con tanto afán supieron servir a su Caudillo.

Recorrer las calles y plazas de Cuenca es evocar y retorceder en el tiempo, rememorar una época de símbolos y personajes insignes que henchían de valor patrio el pecho azul de los desamparados españolitos de entonces. Plazas del Generalísimo Francisco Franco, Calvo Sotelo y Carrero, Blanco; avenidas de José Antonio y la División Azul; calles del 18 de julio, del alcazar y de sus generales Mola, Moscardó, Astrana Marín, Fanjul... Y junto, sobre o detrás de ellas persisten también los monumentos a estos prohombres del régimen, las placas conmemorativas, las cruces a los Caídos...

Tras la ocupación militar de Franco, la aparatosa maquinaria propagandística de su régimen no pudo exorcizar los antiguos nombres populares de algunas de estas calles. Así, la populosa Carretería (Av. José Antonio) puede ser objeto de confusión para el foráneo, pues mientras los indicadores colocados por el Gobierno y la Consejería de Urbanismo de la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha (PSOE) la citan con su nombre histórico, en los callejeros, direcciones e indicadores del Ayuntamiento se siguen manteniendo el nombre del mártir del fascismo español. Fijar, en un formulario municipal, la residencia en Carretería es inútil. Solamente una entidad bancaria provincial se ha atrevido a utilizar la denominación popular para bautizar una de sus salas de exposiciones.

En las direcciones oficiales, como en todo el resto de la Administración conquense,' sigue figurando como Av. de José Antonio. Mientras, los políticos conservadores se pasean orgullosos por entre todos estos restos de su naufragio, los progresistas y gubernamentales están que trinan. Para escarnio de los comunistas, la sede del PCE se encontraba, hasta hace poco, en la citada Av. de José Antonio Primo de Rivera, y la Casa del Pueblo del PSOE sigue en Travesía de la División Azul. Así las cosas, y siendo motivo de cachondeo general entre sus compañeros de partido del resto del país en la correspondencia ordinaria, el grupo del PSOE en la oposición municipal ha propuesto en varias ocasiones el cambio de nombres en el callejero de Cuenca con resultado negativo. Intentando popularizar el asunto, sus juventudes llevaron a cabo una campaña que bajo el nombre «Las calles como antes» exigía el inmediato cambio de nombres para hacer más acorde la vida cotidiana con el actual régimen de libertad y democracia: abolir todo lo relacionado con la infausta dictadura y recuperar los nombres populares y originales de las calles. Con tales objetivos, pegaron sobre las placas más significativas un nuevo cartel color rosa con el nombre recuperado y pidieron audiencia al alcalde para tratar el tema. Andrés Moya, el actual edil de Cuenca, se negó en rotundo a sus peticiones, casi los acusa de terroristas, y adoptó la numantina postura de resistir ante cualquier cambio que pretendiera eclipsar el glorioso pasado de España.

No conformes con ser la única capital de CastillaLa Mancha que mantiene un callejero que parece un relicario de los que pisó con garbo la morena de la copla, las autoridades locales de la ciudad también han dejado intocables los monumentos y condecoraciones franquistas.

Mientras el Ayuntamiento mantiene en su bella escalinata una placa conmemorativa a los presuntos caídos por Dios y por la Patria -magistralmente labrada en metal, todo hay que decirlo- su inmovilista vecino monseñor Guerra Campos, no solamente respetó sino que restauró años ha una gigantesca cruz a los caídos en la fachada izquierda de la catedral sobre la que pequeños yugos y flechas enmarcan el nombre del que fue ideólogo principal del fascismo español: José Antonio Primo de Rivera.

El busto al invicto defensor del Alcazar de Toledo, general Moscardó, «libertador» de Cuenca en el 39, flamea impertérrito frente a las puertas de la actual Delegación de Cultura de Castilla-La Mancha. Todos los intentos por retirarlo o deteriorarlo más de lo que ya está han resultado inútiles y han provocado las iras de los sectores ultraderechistas de la capital que organizan, con cierta periodicidad, actos públicos de desagravio frente al pintarrajeado busto de su extinto general con brazos en alto, «caralsoles» y «prietaslasfilas» incluidos. «Nosotros hemos hecho propuestas para derribar esta estatua -comenta Francisco Cano, secretario regional de las Juventudes Socialista- pero sigue ahí porque parece que tiene los cimientos muy sólidos». Y si la capital ostenta aún con orgullo todas estas reliquias del pasado, la provincia no es menos, más de la mitad de los municipios mantienen aún el callejero franquista. Tanto en la Sierra como en la Alcarria y la Mancha, las tres comarcas naturales de Cuenca, es habitual encontrar recordatorios del fantasmal pasado. La Almarcha, Carrascosa del Campo, Paredes, Tragacete, Villalba de la Siena.

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