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En la tele no echan más que bazofia

Para Julio Iglesias, la gente es «las gentes», y, por lo demás, está convencido de que «las gentes» son «entrañables». Si no repitió doscientas veces la palabra «gentes», y otras tantas la palabra «entrañables», no la repitió ninguna. Pese a todo, parecía Kant al lado de Encarna. Había dos alternativas la otra noche: Matanzo en Telemadrid o Julio Iglesias en Antena 3.

Las risas estaban aseguradas en una y otra opción, si bien esa clase de risas que se emiten por no llorar. Porque si se hace difícil concebir a alguien tan rupestre y vulgar como el concejal madrileño del distrito centro, no es fácil tampoco hallar un tipo tan marciano como Julio Iglesias, por mucho que su naturaleza alienígena pareciera casi humana al lado de la definitivamente extraterrestre Encarna Sánchez, cuyas preguntas, voz, mohines y comentarios resultarían chocantes en el mismísimo Saturno. Si Matanzo estuvo desgradable, como siempre, y Julio Iglesias en la luna, como siempre también,

Encarna no se sabe ni cómo estuvo. Sí se sabe que intentó arrancar a Julio, por dos veces y sin venir a cuento, sendas apologías de los Estados Unidos, «ese país maravilloso», y también se sabe que el ex-portero de los juveniles del Real Madrid se zafó de la añagaza con buenos reflejos. Es más; incluso expresó su desacuerdo con la guerra del Golfo y con quienes la han organizado. No sólo Kant, sino Hegel, y Kierkeegard, y Nietzsche, juntos, parecía el tonadillero al lado de su paternaire. Luego, en La 2 (que feo eso de La 2), otra entrega cursi, tópica e infumable de Crónicas urbanas, esta vez dedicada a los adolescentes que se dedican a emporcar la ciudad con sus horrendas pintadas. Para Julio Iglesias se trataría, seguramente, de «gentes entrañables», pero sus jetas, su no saber qué hacer con su cuerpo, su adscripción a la más estúpida y hedionda «cultura» americana (calificar de «cultura» a eso tiene su delito), y, encima, su gamberrismo feísta, no pueden concitar la simpatía de nadie. Sin embargo, eso de que los chicos «se expresan» ensuciando los muros, es verdad: expresan admirablemente su estupidez.

Al filo de la medianoche, y huyendo del siniestro Bardají, el estratega que volvió a salir en la tele diciendo que lo de los B-52 desde territorio español le parecía correcto y bien, encontramos a una delgaducha y desmejorada Mari Pau Domínguez en Telemadrid, a Coll en Tele 5 con siete «novios de la muerte», y, por último, a Héctor del Mar, incomprensiblemente relegado a ese repulsivo programa de Las chicas con las chicas, hablando de «villanías». Epoca de grandes villanías, bien es verdad.

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